El enfoque de género implica observar, analizar y transformar críticamente las desigualdades e inequidades derivadas de la construcción social de los roles, identidades y posiciones que históricamente se han asignado a mujeres, hombres y otras identidades de género (MIDEPLAN, 2017). Esta perspectiva permite visibilizar la forma en que estas desigualdades se manifiestan en situaciones de violencia, exclusión y acceso desigual a oportunidades, afectando con mayor frecuencia a mujeres, personas no binarias y otras disidencias sexo-genéricas.
Adoptar un enfoque de género supone reconocer las relaciones de poder que estructuran la vida social y cómo estas influyen en los distintos ámbitos del desarrollo humano, desde la educación hasta las políticas públicas. Asimismo, considera las diferentes oportunidades, condiciones y recursos disponibles según el género. También, toma en cuenta las interacciones y roles asignados socialmente, los cuales inciden en la capacidad de alcanzar metas individuales y colectivas. En este sentido, el enfoque de género busca la justicia y da paso a la construcción de sociedades más inclusivas, igualitarias y respetuosas de la diversidad (Sirvent, Coutiño y Pérez, 2015).